La llave para acceder a tu verdadero deseo es el autoconocimiento.
Si entendemos el éxito como el estado de plenitud y gracia en el que nos sentimos agradecidos y realizados, entonces podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el autoconocimiento es el único camino que conduce a semejante destino.
¿Qué es sentirnos realizados? Es sentir que estamos encarnando, tanto en nuestra forma de ser como en lo que hacemos, nuestra verdadera esencia, nuestro verdadero deseo. No estamos, como muchas personas se encuentran hoy, repitiendo formatos de lo que creemos que deberíamos estar haciendo o siendo y, lo importante a distinguir acá, no es el resultado en sí mismo sino cómo llego a ese resultado.
No es lo mismo ser un profesor de universidad porque mi padre lo fue y su padre antes que él y así sucesivamente, que serlo porque a partir de hurgar en mi interior descubrí que mi motivación corría por transmitir conocimiento e inspirar a otros.
El resultado a simple vista puede ser el mismo, pero la sensación de satisfacción a la hora de desempeñar la función será cabalmente distinta cuando lo elegí mecánicamente, sin cuestionarme, a cuando la decisión vino de una conciencia personal.
La sensación de vacío que nos gobierna cuando somos y obramos tratando de llenar moldes preestablecidos “porque sí” es inevitable. Esto no significa que todos tenemos que inventar nuevos roles sino que tenemos que ocuparnos de identificar qué función siento que quiero desarrollar yo verdaderamente.
Ante esta búsqueda es posible que encuentre en el formato de cosas ya conocido funciones y puestos que me resuenen: padre/madre de familia, ejecutivo, comunicador, líder político, deportista, etc. Pero también es posible que no y que termine armando espontáneamente y como natural resultado de esta búsqueda de realización personal, algún tipo de ensalada de actividades y roles híbridos que no son los convencionales pero que sirven a mí experiencia humana.
Quizás quiero formar una familia, pero no me interesa establecerme en un hogar fijo sino que quiero vivir como nómade alrededor del mundo. Quizás quiero trabajar para empresas pero no ser parte de una institución sino vincularme de manera independiente. Quizás necesito ser parte de una organización porque necesito el orden impuesto para ser productivo quizás necesito libertad de movimiento para trabajar efectivamente…
Todos somos diferentes y buscar aplicar sobre nuestra vida fórmulas externas como si fueran vestiduras e ir viendo cuál me queda menos apretada puede llevar a una existencia más de maniquí y menos de persona.
Si nos empeñamos en no ser quienes somos, si nos pasamos la vida identificándonos con otros (ídolos, líderes, gurúes, héroes de ficción, influencers y variopintos vendedores de humo y de personalidades artificiales), dejamos vacío un casillero esencial que nadie podrá llenar por nosotros. El de nuestro ser real, sus características, sus potencialidades, sus misterios. Al final habremos existido, sin que eso signifique que hayamos vivido.
¿Cómo hacemos para lograr este nivel de conciencia e identificar nuestro deseo? Hay que animarse a desarrollar un diálogo con uno mismo. Hay que animarse a hacernos las preguntas incómodas que nos saquen de la zona de confort y animarnos, aún más, a darnos respuestas sinceras. Hay que ser valiente para animarse a soltar la baranda de lo que ya fue trazado por otros y lanzarse en pos de lo que nos late desde adentro, pero ese salto es, verdaderamente, el único camino que será 100% fiel a lo que deseamos.
¿Quién soy? ¿Qué me gusta? ¿Qué me hace sentir vivo? ¿Qué me motiva a levantarme cada mañana? Escribir estas preguntas y responderlas es un ejercicio efectivo. Meditar, pensar y buscar identificar lo que estoy sintiendo, también. Tratar de “des-mecanizar” nuestros hábitos y preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos y si verdaderamente es algo que yo quiero estar haciendo.
Tomarnos un tiempo diario para estar con uno mismo es imprescindible y fundamental, debería ser una prioridad.
Las consecuencias de este diálogo serán esta sensación de realización personal y plenitud, tanto en lo personal como en lo profesional. Si soy el líder de una organización, reconocer quién soy hará que pueda desempeñar mi puesto con una mayor conciencia de ser, que lo lleve adelante con gusto y placer, porque lo estaría amoldando a mis propias maneras, a mis necesidades, a mis deseos: ¿qué tipo de líder soy? Empático, sensible, exigente, inspirado… Deja de ser el rol el que lidera al hombre para ser el hombre el que lidera el rol.
Para todos aquellos de nosotros que tenemos roles de liderazgo es aún más primordial desarrollar esta conciencia porque somos los responsables de iluminar y guiar también a otros. Toda organización funciona de manera más orgánica y armónica cuando sus partes están ocupando el lugar que les corresponde y llevando a cabo su labor con motivación y convicción. La clave para saber qué colaborador “corresponde” a qué espacio es, justamente, conocerlos (y para esto, ¡también ellos deben conocerse a sí mismos primero!).
No hay camino que garantice el éxito como el conocerse a uno mismo.
No atravesarlo supone una vida vivida a medias porque no sabríamos por qué hacemos lo que hacemos o por qué somos quienes y como somos. Máquinas en vez de personas, actores en un teatro. Solo el autoconocimiento nos abre las puertas a la posibilidad de realizar nuestro deseo, porque solo el autoconocimiento nos puede develar, sin margen de duda o especulación, cuál es ese deseo.